José Sánchez Rojas, nacido en San Luis, Tolima, proviene de una familia humilde de campesinos dedicados a la agricultura de plátano y yuca.
Su infancia transcurrió entre los campos de maíz, donde aprendió desde pequeño el valor del sacrificio y la disciplina trabajando junto a sus padres. Inspirado por el deseo de servir a su país y proteger a su comunidad, decidió unirse al Ejército Nacional como una forma de devolver algo a la tierra que lo vio crecer.
Durante un periodo de aparente calma, el sargento se encontraba realizando un movimiento en un escuadrón motorizado por el sector del puente La Macaguana, en Tame, Arauca, cuando fueron sorprendidos por un estallido devastador de explosivos improvisados que lo dejó gravemente herido y sumido en un coma profundo.
“Prácticamente quedé inconsciente en segundos y desperté dos meses después sin saber lo que había pasado, dónde me encontraba y sin poder reconocer a nadie”, relata el suboficial.
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Desde el atentado, uno de los mayores desafíos en su tratamiento ha sido fortalecer su memoria debido a la pérdida de masa encefálica.
“No puedo recordar bien las cosas. Muchas veces, mientras camino, me desoriento y siento que pierdo el conocimiento. Debo detenerme, sentarme y esperar a que pase esa laguna mental”, manifestó
Por esta razón, encontró en su familia su mayor fortaleza. Su esposa e hijas han sido un apoyo inquebrantable en los momentos más difíciles. Con amor y cuidado constante, lo motivan a luchar cada día por su recuperación. Las risas de sus pequeñas, Sara y Samantha, junto con el amor de Liliana, su esposa, son la mejor medicina para darle la fuerza necesaria y seguir adelante con determinación.
Además, envía un mensaje a sus compañeros afectados por minas y otros artefactos, instándoles a no renunciar a vivir plenamente, a pesar de las discapacidades que enfrenten.
Su valentía y servicio a su país lo llevaron a enfrentar uno de los mayores peligros en la lucha contra la violencia. Ahora, su batalla continúa, mientras su familia y compañeros mantienen la esperanza de su recuperación. Su sacrificio se convierte en un testimonio de heroísmo para quienes sirven en esta institución.
“Mis hijas han sido mi mayor motivación y apoyo. En ellas veo que Dios me dio una segunda oportunidad para verlas crecer, orientarlas y sentirme orgulloso de las carreras que elijan en el futuro”, expresa el sargento Sánchez.
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